• Descubre cómo el mate, de antigua infusión guaraní a cultura contemporánea, sigue enlazando corazones en cada ronda.

Sentarse en ronda con un mate humeante es más que beber: es abrir un canal de confianza. En su origen, los guaraníes lo tomaban por salud y energía; hoy, esa costumbre milenaria late en cafés boutique y patios de escuelas.

Raíces y expansión.
Antes de la colonización, el “ka’a” ya formaba parte de rituales ceremoniales. Los jesuitas de las reducciones de Misiones perfeccionaron su cultivo, exportándolo a Europa. En los salones porteños del siglo XIX, el mate compartido ganó prestigio social, y en cada merienda criolla encontró su lugar.

Elementos del ritual.

  • Calabaza natural: curada para resistir el tiempo.

  • Bombilla metálica: filtro que deja fluir solo el sabor.

  • Agua a 75 °C: la temperatura exacta para “despertar” la yerba sin quemarla.

El cebador vierte el agua con un gesto pausado, protege la base de yerba y solo entonces permite el primer sorbo—el cimarrón, prueba de fuego que anuncia la ronda.

 

Mate hoy, mate siempre.
En barrios bohemios de Buenos Aires florecen los “mate bares”, donde la oferta incluye hierbas autóctonas como peperina y burrito. Investigadores de la Universidad de Buenos Aires destacan su aporte antioxidante, pero el verdadero poder del mate reside en su capacidad para encender conversaciones y estrechar lazos humanos.